viernes, 22 de enero de 2016

Teoría del equilibrio de la suerte


En el universo todo está en equilibrio, desde lo más diminuto hasta lo más enorme. Los átomos están formados por protones y electrones que tienen carga positiva y negativa respectivamente. Estas partículas subatómicas se atraen entre sí si tienen carga opuesta y se repelen si tienen el mismo tipo de carga. A causa de estas fuerzas de atracción y repulsión, los átomos tienden a combinarse con otros átomos para neutralizar su carga y así estabilizarse. Si el universo está formado por estas "piezas" tan pequeñas que cumplen dichas "reglas" tan básicas, entonces tiene lógica pensar que elementos más grandes (como planetas y estrellas) también se comportan de la misma manera. ¿No es sospechoso que los planetas giren alrrededor de las estrellas con trayectorias perfectas de la misma forma que los electrones giran alrrededor de los núcleos de los átomos? ¿Cómo es posible que exista tal precisión entre cuerpos tan inmensos?

Ese equilibrio perfecto latente en la naturaleza podría extrapolarse a nuestra vida cotidiana. No sólo está presente en un plano físico, sino también en otros aspectos de la vida, como por ejemplo en el hecho de tener buena o mala suerte. La suerte de un individuo no es más que la consecuencia final de una serie de casualidades que pueden ser beneficiosas o perjudiciales para dicho individuo. Se suele decir que "Si haces cosas buenas, te pasan cosas buenas", pero la verdad es que la suerte de una persona no depende de sí misma, de sus acciones. Los hechos no suceden mágicamente, no existe un ser justiciero que asigna a cada uno la suerte que merece, no existe el Karma. La suerte está en equilibrio al igual que la carga en los átomos, y circula por el mundo a través de sus habitantes. Lo bueno que le sucede a una persona puede ser malo para otra, y lo malo que le pasa a alguien puede ser bueno para otro. 

Si nos fijamos en la loteria, por ejemplo, observamos que todos los participantes pierden un poco (lo que les ha costado el décimo) y uno gana mucho (un premio de miles de euros). La suma de la mala suerte de muchos es proporcional a la gran suerte del ganador. Suena a fórmula matemática en la que cada individuo se puede representar con unas variables y cuyo resultado podría calcularse. Todo puede cuantificarse, y la suerte podría medirse si se dispusiera de las herramientas necesarias. Aunque es un tanto imposible, puesto que se trata de algo que está disperso por todo el mundo, que es impredecible, son casualidades que fluyen, decisiones y acciones que nos colocan en el lugar correcto (o equivocado) en el momento oportuno.