sábado, 12 de diciembre de 2015

¿Eres de izquierdas o de derechas?

 

¿Eres de izquierdas o de derechas? ¿De qué lado estás? Hacerle esa pregunta a alguien es como preguntarle si es del Madrid o del Barça, forzando a elegir un equipo u otro, cuando o no le gusta el fútbol o tiene preferencia por un tercer equipo. Claramente hay diferencias ideológicas entre derecha e izquierda, quizás unos sean más conservadores y otros más progresistas, pero a fin de cuentas son lo mismo: Políticos que aprueban leyes que estiman oportunas sin tener en cuenta el descontento de la población, partidos que son corruptos, que por su mala gestión casi llevan al país al borde de un rescate económico.

Desde la "transición" hasta hoy día, el país se ha regido por un sistema político al que llamaron "democracia". Consiste en que cada cuatro años el ciudadano vota a uno de los dos grandes partidos. Se le da al ciudadano la falsa ilusión de que puede elegir a sus gobernantes, pero no es así. Ambos partidos son los mismos perros con diferentes collares, dos caras de la misma moneda. Da igual votar a Kang o a Kodos porque ambos van a esclavizar igual.

Aún recuerdo el ridículo "debate" en televisión entre Rubalcaba y Rajoy previo a las anteriores elecciones. Ahí el bipartidismo quedó en evidencia y la política de este país murió definitivamente. Cada uno se quejaba de las cosas que ha hecho mal el otro partido y sólo buscando ganarse el voto. Eso para mí no es política, es perder el tiempo, es dejar el poder en manos de ineptos. Política debería ser personas representantes del pueblo responsables y competentes poniéndose de acuerdo en solucionar problemas de la sociedad, haciendo propuestas guiadas por el sentido común y la igualdad, no dejándose llevar por ideas retrógadas o satisfaciendo los intereses de grandes compañías y banqueros.

De ahí surgen nuevos partidos. Nacen como respuesta a una necesidad de cambio en la forma de hacer política. Nuevos partidos como Podemos o Ciudadanos que vienen a sustituir a la vieja izquierda y derecha, que están bien preparados para asumir el cargo. Da la sensación de que el bipartidismo se ha convertido en cuatripartidismo. Puede que sea así, pero al menos ahora tenemos más opciones. Tenemos más variedad donde elegir lo que más se ajuste a nuestros intereses y beneficie al bien común.

El deber del ciudadano es no dejar pasar esta oportunidad ni dejarse engañar por lo que publican los medios de comunicación. Debe informarse sobre los programas electorales, conocer exactamente lo que va a votar. Aunque sea cierto que la mayoría de promesas no se lleven a cabo, lo que hay que tener en cuenta es la intención. Tampoco hay que juzgar a un partido entero por las difamaciones que se hacen hacia sus representantes. Por ejemplo, he llegado a oír de personas mayores que Pablo Iglesias es el diablo y que llevará al país a la ruina. Personas cuyo criterio de voto es el simple hecho de que Pedro Sánchez les parezca guapo y les cae bien.

La ignorancia y conformismo de la población nos ha dado décadas de bipartidismo, y ahora más que nunca hay una oportunidad para cambiarlo. Hay más partidos que quieren y pueden hacer las cosas de manera diferente, que pueden hacerlo mejor.

jueves, 29 de octubre de 2015

El vicio de las redes sociales


Conforme pasan los años, internet se vuelve más accesible, y las personas están más interconectadas. Hace una década no nos creíamos que desde cualquier parte, dentro o fuera de ciudad, podríamos tener acceso a internet con nuestros teléfonos móviles de forma rápida y barata. Yo al menos jamás imaginé que, por ejemplo, desde la orilla de la playa podría compartir instantáneamente una fotografía de la misma. Además, se han desarrollado aplicaciones específicas para cada servicio web, lo cuál hace que el acceso sea aún más sencillo. Esto ha hecho que no sólo los jovenes hagan uso de ello, sino que también generaciones más mayores se estén subiendo al carro poco a poco.

Lo que podemos ver en nuestros dispositivos suele ser más interesante que lo que hay a nuestro alrrededor. Noticias, curiosidades, música, humor, vídeos, publicaciones de familiares o amigos, etc. Estar en redes sociales interactuando con la gente también nos hace sentir menos solos, e incluso se pueden crear y mantener amistades online. Todo esto nos lleva a que, sin darnos cuenta, estar pegados a nuestros móviles se convierta en un hábito, en una aparente adicción. Prácticamente desde que nos levantamos hasta que nos dormimos.

En la actualidad llegamos a ver escenas en las que todos los miembros de una familia están más pendientes de sus dispositivos, más atentos al mundo exterior, que de lo que acontece dentro de su propio hogar. En varias ocasiones esto me ha llevado a cuestionarme si las redes sociales están, de alguna forma, destrozando las relaciones humanas tal y como habían sido hasta hace relativamente poco. Antiguamente la gente sólo podía comunicarse por cartas. Pasaba tiempo sin verse ni conversar, sin que estuvieran en contacto directo, pero ahora podemos estar en contacto permanentemente aunque indirectamente.

Todo tiene su parte buena y su parte mala, y yo lo que observo es que aunque el hecho de poder comunicarnos con cualquier persona en cualquier lugar y a cualquier hora sea un gran avance para la sociedad, a pesar de que se socialice más, se podría decir que las relaciones humanas se vuelven menos humanas, y pasan a ser relaciones entre una persona y un aparato electrónico. Resulta triste ver que alguien le hable y sonría más a una inerte pantalla que a otra persona cara a cara. ¿Es algo realmente malo? Depende del punto de vista. Lo que está claro es que internet está cambiando ligeramente la forma en la que la gente se relaciona y las consecuencias las veremos a largo plazo.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Las medias naranjas no existen


Seguro que conoces a John Lennon, uno de los integrantes del popular grupo de Pop-Rock de los años 60, The Beatles. Una de sus frases célebres que circula por redes sociales junto a una fotografía suya dice: "Nos han hecho creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos han dicho que nacemos enteros, y que nadie en nuestra vida merece cargar con la responsabilidad de completar lo que nos falta."

Sí, nacemos siendo naranjas enteras. Basta con observar a los niños pequeños para darse cuenta. Son felices jugando con sus amigos en el recreo, haciendo cada día lo que les gusta sin preocuparse por nada. No sienten necesidad u obligación de estar emparejados con otra persona. Tan sólo sus padres son las únicas personas de las que dependen. El problema llega cuando crecemos, aparece por cómo está construída esta sociedad.

¿Os habéis percatado de que todas las ciudades están constituídas por familias? Si quitamos supermercados, cafeterías, bancos, institutos, hospitales, ¿Qué nos queda? Casas y pisos. ¿Y quienes habitan ahí? Mayormente familias como la tuya o la mía, matrimonios con hijos. Ya desde la infancia nos cuentan que nuestro destino será ese mismo, que de mayores nos casaremos y tendremos nuestro propio hogar e hijos. Generación tras generación, la vida ha sido así. Tradicionalmente todo ha girado en torno a formar una familia, y se ha considerado un fracasado en el amor aquella persona que no lo ha logrado. Sin embargo, se puede considerar que el verdadero fracaso es acabar en un matrimonio que no te hace feliz, trabajando para pagar una hipoteca, y teniendo el cargo de varios hijos que mantener. No pretendo generalizar. Claro que también hay matrimonios felices y familias que viven en armonía. Lo que quiero recalcar es el hecho de que la sociedad esté autoconvencida de que formar tu propia familia es un objetivo esencial en la vida.

De ahí empieza a surgir esa necesidad de encontrar nuestra media naranja, esa persona con la que pasar el resto de nuestra vida, esa persona sin la cual no podemos formar nuestra propia familia, sin la cual nuestra vida no tendría sentido. Desde mi punto de vista, hay dos principales fuentes de presión que nos llevan a esa necesidad: Externa e interna. La presión externa viene de nuestra familia y amigos. Como decía antes, padres, tíos, y abuelos nos motivan desde pequeños y durante nuestra juventud a tener lo mismo que ellos tienen. Y en todo círculo de amigos se habla de parejas, se incitan unos a otros a buscar nuestra media naranja. La presión interna es el deseo innato mezclado con lo que vemos y escuchamos. Por supuesto existe un deseo innato de encontrar pareja. En el fondo somos animales, y nuestra genética está diseñada para preservar la especie. Aparte están las películas, series, y libros que vemos, que nos cuentan una bonita historia de amor en la que todo es perfecto, fueron felices, y comieron perdices.

Se sufre cierta frustración porque no encontramos esa media naranja, porque estamos convencidos de que existe esa persona que es semejante a nosotros, que piensa igual, que tiene los mismos gustos, que quiere lo mismo, y que estará a nuestro lado para siempre. Pero resulta que, además de que ya somos una naranja entera, el mundo es un frutero, y cada persona es una fruta distinta. Quizá con suerte sí aparezca una persona ideal, alguien que nos complemente, pero resulta también que todo el mundo cambia. Tanto nosotros mismos como esa persona, cambiamos, maduramos como las frutas. Es decir, que durante un tiempo puede ser la persona ideal, y luego convertirse en la persona que menos nos convenga. Así que no hay que tenerlo como un objetivo en la vida, ni mucho menos pensar que es un fracaso el no conseguirlo. Somos una naranja entera con capacidad para ser felices luchando por la vida que queramos tener, sin seguir un modelo que la sociedad nos imponga.

sábado, 10 de octubre de 2015

Blablacar, conocer personas mientras viajas


Para quien no la conozca, Blablacar es una página web donde los usuarios registrados publican viajes que van a realizar con su coche propio, y otros usuarios interesados en hacer el mismo trayecto reservan el número de plazas que necesiten. Contactan, y concretan una hora y punto de recogida. El conductor consigue costearse el combustible y los pasajeros consiguen un viaje más barato y rápido de lo que ofrece el transporte público. Todos salen ganando. Hay alternativas que proporcionan un servicio similiar, como Amovens, y probablemente en el futuro aparezcan más.

Aunque ha habido cierta polémica con la página. Ha estado en peligro de cerrarse porque las compañías de autobuses la acusan de robarle clientela. Yo al menos no he visto que, por ejemplo, Alsa haya tenido pérdidas económicas. Es más, cada año suben un poco los precios y la mayoría de gente sigue usándolos. Los taxistas creo que tampoco se ven afectados porque suelen hacer trayectos cortos dentro de la ciudad y alrededores. Yo diría que la cifra de personas que usan Blablacar es insignificante respecto al gran número de personas que viaja con transporte público cada día. Además, hay que tener en cuenta que en Blablacar se publican trayectos en coche que no existen en tren o autobús.

He estudiado lejos de casa, durante años he hecho largos viajes en autobús cada dos o tres semanas, y nunca he mantenido una conversación con los compañeros de asiento que me han tocado. Digamos que ahí cada persona va a lo suyo y no le importan los demás. En mi caso siempre me entretenía escuchando música con mis auriculares mientras observaba el paisaje. Tenemos la oportunidad de conocer personas, de hacer nuevas amistades, pero la dejamos pasar por vergüenza, por no saber qué decir, por no querer molestar, o simplemente porque no nos interesa. En metro pasa exactamente igual. Es un transporte público pero irónicamente es un transporte "antisocial".

Una de las ventajas que tiene viajar en Blablacar, aparte de ser más cómodo, corto, y barato, es el hecho de poder conocer a las personas que viajan contigo. Es inevitable establecer alguna conversación en un grupo reducido que se ve "forzado" a pasar unas horas juntos. Siempre se empieza con un "de dónde venimos y a dónde vamos". Cada uno cuenta ligeramente su vida y el motivo de su viaje. A partir de ahí, la cantidad de temas que surgen es proporcional al número de kilómetros.

En estos dos años desde que hago uso del servicio, tanto como conductor como de pasajero, he tenido el placer de conocer personajes de lo más variopinto: Una chica vegetariana que quería dedicarse a la hostelería. Un divorciado con 5 hijos que trabaja en Almería y cuya familia reside en Barcelona. Un subsahariano que lleva 7 años trabajando en España y ha aprendido a hablar perfectamente castellano y catalán. Un joven dentista que trabaja en un pueblo de Jaén que mantiene una relación a distancia con una chica de Málaga a la que que acude a ver cada fin de semana. Una chica de Jaén que estudia enfermería en Valencia. Una joven de mi ciudad que trabaja en Granada en marketing en Internet. Otro joven también de mi ciudad que trabaja en Almería como abogado. Y la lista continúa.

Todos me han aportado algo en mayor o menor medida. He disfrutado de los temas sobre los que se han debatido, he aprendido de las experiencias y anécdotas que han contado, y me han transmitido su ilusión por lo que hacen. Realmente me parece bonito el hecho de que personas tan distintas, de diferentes edades, nacionalidades, y oficios lleguen a conectar. Hasta me hace imaginar que se podría grabar un programa de televisión sobre esto. Al final del trayecto sientes que has hecho nuevos amigos y esperas volver a encontrarte con ellos alguna vez en otro viaje. Para mí, en general, es una experiencia satisfactoria, y desde aquí animo a quien no lo ha probado que se atreva a hacerlo.

domingo, 4 de octubre de 2015

El feminismo no es cosa de hombres


Si nos remontamos al origen del feminismo, allá por el siglo XIX, el movimiento consistía básicamente en grupos de mujeres que exigían tener los mismos derechos que el hombre y que se reconociera que las mujeres estaban tan capacitadas como ellos para realizar cualquier actividad. La idea siempre ha sido la de concienciar a la sociedad e igualar la mujer al hombre. Hasta entonces el hombre había gozado de una posición privilegiada, mientras que a la mujer se la oprimía y dominaba. Normalmente condenadas a ser amas de casa, explotadas y tratadas como objetos, sin derecho a votar, ni estudiar, y sin posibilidad de optar a un alto cargo. Sí se puede afirmar que el feminismo en aquella época era cosa de mujeres. Porque nadie más las apoyaba. Eran tachadas de revolucionarias, encarceladas, e incluso fusiladas. Llegamos al siglo XXI, y seguro que estarían orgullosas de los avances que se han conseguido desde entonces gracias a la lucha de varias generaciones. 

Los tiempos cambian, la sociedad evoluciona, y el movimiento también. Desde mi punto de vista, el feminismo moderno ya no sólo tiene esa base original (la de igualar derechos). Hoy en día se ha extrapolado a otros ámbitos. Por ejemplo, la lucha contra la violencia de género y la trata de mujeres se ha derivado de ahí. Ahora el feminismo también cuestiona temas de moda, aspecto físico, lenguaje sexista, e identidad de género. Se ha mezclado con otros movimientos, como el LGBT, para luchar contra la homofobia y transfobia. Existen feministas radicales que atacan directamente conductas o pensamientos de personas machistas. Han surgido distintas corrientes feministas, y parece que todo se ha descontrolado un poco. En redes sociales te puedes encontrar feministas discutiendo con feministas por diferencias de ideas hasta el punto de convertirlo en una absurda guerra.

En más de una ocasión he llegado a leer comentarios de chicas feministas que afirman que los hombres deberían mantenerse al margen del feminismo, que no deberían ser partícipes porque "no entienden los problemas de las mujeres porque no son mujeres". Dicho con un aire entre recelo y rencor, como si todos los hombres en general fuesen culpables del sistema patriarcal y responsables de las malas experiencias por las que hayan pasado. Cuando me encuentro algo así, me quedo con la misma cara que se te pone cuando te suspenden un examen para el que te has esforzado por un motivo que no te parece justo o cuando tus amigos organizan una fiesta a la que no te han invitado. Me siento excluído del movimiento, como si anularan mi voz y voto, infravalorada la opinión personal que pueda aportar e ignorada la crítica constructiva que pueda plantear.

No le veo sentido a que, por el hecho de que una persona sea un varón cisexual, se considere que no pueda ponerse en la piel de una mujer y pensar como ella. Es cierto que un hombre no tiene miedo a ser violado cuando camina a solas por una calle de noche, que ningún viejo verde le va a mirar el culo al pasar, que nadie se va a atrever a soltarle algún piropo o hacerle una propuesta indecente. Tal vez el hombre no tenga que soportar ese tipo de cosas, pero sí puede ser consciente, por ejemplo, de los llamados micromachismos, querer erradicarlos, y querer colaborar en los problemas que el feminismo debate en la actualidad.

He visto cómo feministas acusan directamente de ser machistas a personas que no están de acuerdo con lo que dicen y rebaten sus argumentos, aunque vayan con buena intención. En especial si se trata de hombres. Y el respeto e igualdad no se consigue rechazando, negando, excluyendo, y en definitiva, creando más desigualdad. Puede que sí tengan razón, que se trate de una persona machista cerrada de mente que no quiera aceptar la realidad. Pero como se suele decir, no hay que meter a todos en el mismo saco. También puede pasar que simplemente esté desinformado, que al principio algo no le parezca machista que sí lo es en el fondo, y basta con hacer un pequeño esfuerzo por informarse y un ejercicio de introspección y deconstrucción.

En mi opinión, el feminismo también es cosa de hombres. Es incumbencia de todos y para el bienestar de todos, independientemente de su sexo, sexualidad, género, raza, religión, etc.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Por interés te quiero Andrés


El egoísmo moral y el egoísmo racional son conceptos filosóficos que ponen a uno mismo y sus intereses como lo más importante. Su vida, su forma de pensar, su actitud deben tener la prioridad de cumplir sus intereses, satisfacer sus necesidades, y conseguir sus metas. Resolviendo los conflictos que surjan con los intereses de los demás, ayudando a cumplir intereses ajenos siempre y cuando al final saque algún beneficio.

Hasta aquí todo parece correcto y válido. Tal vez el estilo de vida más adecuado sea ese. La de ser un poco egoísta y hedonista. Es decir, hacer siempre lo que uno quiera, lo que te haga feliz. El problema viene cuando en esos intereses se ven afectadas otras personas, cuando para satisfacer una necesidad se utilice consciente o inconscientemente a alguien. Lo que comúnmente se conoce como aprovecharse de alguien.

Existen muchas formas diferentes en las que una persona puede aprovecharse de otra, en las que necesita algo de ella para su propio bien. Son situaciones cotidianas que nos hacen sentir mal cuando nos percatamos de que hemos sido utilizados. Las reacciones suelen ser de enfado o decepción. Si no se es consciente de ello o no se le da importancia, se ignora. A continuación trataré de explicar distintas formas de aprovecharse que he podido observar a lo largo de mi experiencia.

Aprovecharse emocionalmente. Consiste básicamente en obtener la atención y el afecto que necesitamos para sentirnos bien. Es algo que todos demandamos desde que nacemos. Siendo bebés, lloramos para que nos alimenten y nos den cariño, y esto va por el mismo camino. Por ejemplo, cuando una persona se siente sola o triste, busca a otra con quien hablar. Su propósito es conseguir compañía. Probablemente le cuente sus problemas y la otra persona asuma el cargo de apoyarle y animarle. Hacerlo una vez está bien, pero abusar de la bondad de otra persona no está bien. Si se hace repetidamente, inconscientemente conviertes a la otra persona en responsable de mantenerte con buen estado de ánimo y tú te vuelves dependiente emocional. Lo cual puede conllevar a esa otra persona a sentir que eres un cargo. Atenderte se convierte en una obligación, y eso llega a agobiar.

Aprovecharse sexualmente. ¿Cuántas veces habréis escuchado a alguien decir "Sólo la quiere para follar"? Pues es eso, mantener una relación con alguien sin realmente quererla con la finalidad de satisfacer su primitivo deseo. En los casos de los que he oído hablar, por lo general no se aprecia la compañía ni se tienen en cuenta los sentimientos de la otra persona. Lo habitual cuando alguien quiere aprovecharse sexualmente es fingir, manipular, o chantajear. Hasta que se cansa o encuentra otra persona que le atraiga más. Una vez que se descubre el pastel, la otra persona seguramente se sienta engañada y usada como un objeto sexual.

Aprovecharse socialmente. Lo veo como una forma de conseguir nuevas amistades y popularidad. Se trata de hacerse amigo de alguien que nos integre en su círculo de amigos y ganarnos un puesto destacable. Realmente no hay nada de malo en esto excepto si a esa persona le robas los amigos, si te haces popular a su costa en vez de por méritos propios.

Aprovecharse económicamente. Se trata de aferrarse a una persona que tiene más recursos que nosotros. Puedo poner como ejemplo el caso de las mujeres florero. Mujeres que no trabajan, que no tienen nada, pero viven con su marido y tan sólo se hacen cargo de las labores del hogar. A veces, ni siquiera eso. Seguro que en muchas películas o incluso en la vida real habréis visto la típica chica joven y pija que es mantenida por un viejo empresario rico, y éste le consiente todos sus caprichos.

Aprovecharse intelectualmente. ¿Cuántas veces habréis pedido a alguien que conocéis que haga algo por vosotros que no sabéis hacer? Yo que soy ingeniero informático, pondré el ejemplo del amigo informático. Ese al que le piden que le eche un vistazo al PC, al móvil, a la tablet, a la televisión, o a cualquier dispositivo electrónico porque seguro que sabe cómo solucionar el fallo.

Existen tantas formas de aprovecharse de alguien como se te puedan ocurrir. Basta con observar a tu alrrededor, y ver qué quieren unas personas de otras y cómo lo consiguen. Diría que el mejor estilo de vida es hacer lo que uno quiera pero evitando aprovecharse de alguien y evitando que se aprovechen de nosotros. Es decir, llevar una vida en la que no haces daño a nadie y nadie te lo pueda hacer a ti. Así que mejor dejad tranquilo al pobre Andrés si no vais a quererle por quién y cómo es, no porque queráis algo de él.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Victim Blaming


A raíz de alguien que ha expuesto en redes sociales un abuso sexual que ha sufrido, he descubierto el concepto de Victim Blaming. Es algo nuevo para mí que trataré de explicar a continuación según como lo he entendido.

La gente tiene la visión generalizada de que una violación consiste en que una o varias personas tienen sexo sin protección con otra persona en contra de su voluntad, con agresividad y vejaciones, empleando la fuerza o aprovechándose de que esa persona esté borracha o drogada, dejando secuelas físicas e hiriendo su dignidad.


Pero una violación no es sólo eso, como la típica escena de películas policiacas en la que un loco pervertido secuestra a una chica indefensa y la asesina después de abusar de ella. Puede haber violación sin violencia ni penetración, y puede ser más común de lo que la gente cree. Tan común como que una pareja o ex-pareja chantajee emocionalmente a su amante para satisfacer su propio deseo sexual. Aunque ésta no quiera, hace lo necesario para conseguir su propósito. La mayoría de veces ni el violador es consciente de que se está comportando como un violador ni la persona violada es consciente de que está siendo violada. Él se deja llevar por sus impulsos sin pensar en las consecuencias, y ella se siente mal, manipulada, usada como un objeto sexual. Pero lo acepta como algo normal y lo mantiene en silencio.

Hasta que alguien siente que ha sido abusado sexualmente de esa "inofensiva" forma y lo expone públicamente, como el caso que comentaba al inicio. He podido comprobar dos claras y contrarias reacciones de la gente tras leer lo sucedido. La primera es animar y apoyar a la víctima. La segunda es no considerarla víctima, sino culpable de lo que le ha pasado. Esto es el victim blaming.

Considerarlo o no violación depende del punto de vista de cada persona, de su experiencia, y de su empatía. Hay que tener en cuenta que no todas las personas son igual de fuertes físicamente y emocionalmente, que no todas piensan y sienten igual, y no son capaces de enfrentarse de igual forma a un abuso. Si la víctima se siente víctima, no hay que negárselo, no hay que echarle la culpa. La víctima no es quien ha provocado la situación.


El victim blaming es casi como ponerse del lado del agresor, viéndolo como que ha hecho algo malo, pero "no tan malo", y haciendo responsable a la víctima de lo que le ha sucedido alegando cosas como "Pudo haberse ido, aunque tuviera que darle un puñetazo, pero se quedó" o "Pudo haberle parado, pero dejó que continuara". Todo sin tener en cuenta que la víctima puede verse acorralada, bloqueada mentalmente, con miedo de que empeore la situación si intenta detenerlo y escapar.

Quedando eso claro, me asalta una duda. ¿Qué pasa si al principio es consentido pero en pleno acto se arrepiente? ¿Qué pasa si al día siguiente se siente utilizada sexualmente aunque lo haya permitido todo? ¿Se puede considerar una violación? En principio no, porque no fue en contra de su voluntad. Pero, sea lo que sea que haya pasado, ante todo hay que entender y respetar cómo se siente una persona.