miércoles, 21 de octubre de 2015

Las medias naranjas no existen


Seguro que conoces a John Lennon, uno de los integrantes del popular grupo de Pop-Rock de los años 60, The Beatles. Una de sus frases célebres que circula por redes sociales junto a una fotografía suya dice: "Nos han hecho creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos han dicho que nacemos enteros, y que nadie en nuestra vida merece cargar con la responsabilidad de completar lo que nos falta."

Sí, nacemos siendo naranjas enteras. Basta con observar a los niños pequeños para darse cuenta. Son felices jugando con sus amigos en el recreo, haciendo cada día lo que les gusta sin preocuparse por nada. No sienten necesidad u obligación de estar emparejados con otra persona. Tan sólo sus padres son las únicas personas de las que dependen. El problema llega cuando crecemos, aparece por cómo está construída esta sociedad.

¿Os habéis percatado de que todas las ciudades están constituídas por familias? Si quitamos supermercados, cafeterías, bancos, institutos, hospitales, ¿Qué nos queda? Casas y pisos. ¿Y quienes habitan ahí? Mayormente familias como la tuya o la mía, matrimonios con hijos. Ya desde la infancia nos cuentan que nuestro destino será ese mismo, que de mayores nos casaremos y tendremos nuestro propio hogar e hijos. Generación tras generación, la vida ha sido así. Tradicionalmente todo ha girado en torno a formar una familia, y se ha considerado un fracasado en el amor aquella persona que no lo ha logrado. Sin embargo, se puede considerar que el verdadero fracaso es acabar en un matrimonio que no te hace feliz, trabajando para pagar una hipoteca, y teniendo el cargo de varios hijos que mantener. No pretendo generalizar. Claro que también hay matrimonios felices y familias que viven en armonía. Lo que quiero recalcar es el hecho de que la sociedad esté autoconvencida de que formar tu propia familia es un objetivo esencial en la vida.

De ahí empieza a surgir esa necesidad de encontrar nuestra media naranja, esa persona con la que pasar el resto de nuestra vida, esa persona sin la cual no podemos formar nuestra propia familia, sin la cual nuestra vida no tendría sentido. Desde mi punto de vista, hay dos principales fuentes de presión que nos llevan a esa necesidad: Externa e interna. La presión externa viene de nuestra familia y amigos. Como decía antes, padres, tíos, y abuelos nos motivan desde pequeños y durante nuestra juventud a tener lo mismo que ellos tienen. Y en todo círculo de amigos se habla de parejas, se incitan unos a otros a buscar nuestra media naranja. La presión interna es el deseo innato mezclado con lo que vemos y escuchamos. Por supuesto existe un deseo innato de encontrar pareja. En el fondo somos animales, y nuestra genética está diseñada para preservar la especie. Aparte están las películas, series, y libros que vemos, que nos cuentan una bonita historia de amor en la que todo es perfecto, fueron felices, y comieron perdices.

Se sufre cierta frustración porque no encontramos esa media naranja, porque estamos convencidos de que existe esa persona que es semejante a nosotros, que piensa igual, que tiene los mismos gustos, que quiere lo mismo, y que estará a nuestro lado para siempre. Pero resulta que, además de que ya somos una naranja entera, el mundo es un frutero, y cada persona es una fruta distinta. Quizá con suerte sí aparezca una persona ideal, alguien que nos complemente, pero resulta también que todo el mundo cambia. Tanto nosotros mismos como esa persona, cambiamos, maduramos como las frutas. Es decir, que durante un tiempo puede ser la persona ideal, y luego convertirse en la persona que menos nos convenga. Así que no hay que tenerlo como un objetivo en la vida, ni mucho menos pensar que es un fracaso el no conseguirlo. Somos una naranja entera con capacidad para ser felices luchando por la vida que queramos tener, sin seguir un modelo que la sociedad nos imponga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario